Janela Poética VI

Susana Szwarc

 

Foto: Nathalia Bertazi

 

Uno de otro

 

He visto a la naturaleza complicarse
entre mis piernas,
a la lluvia entrar por mis agujeros e irse
ajena
hacia mares que visitarán los sueños.
De esa agua espesa como lágrima de totem
desparramé algo en mi boca
para que su palabra
“esplendor”
hiciera luz sobre otra.

Hija de mí
había sido la otra y entonces, por más nueva,
más hermosa que retoños florecientes —para mí—
tan amada como el Libro
se fue.
¿Un resguardo para él esa insistencia del don:
su propia letra en la espesura?

He visto a la naturaleza complicarse
entre las ruinas y la propia rabia de perra
entró en mi sueño.

En la fiesta del exilio
—mucho después de la ciudad bombardeada—,
se amparan el lirio, el ojo,
la trama.

 

 

***

 

 

Bárbara

 

Ese cuerpo excesivo
aún después del strip-tease
es tan leve como el mejor
afiche ante mis ojos.
La estética del poster
me hace sonreír
y mecerme en la silla de mi casa
(al compás del ritmo ajeno).
¡Ah! es exactamente igual
que ofrezca Bárbara su carne
-de verdad, de mentira-
para mí.
Su nombre acerca a mi memoria
el poema de Prevert
aunque ella insista: “mirá, también me llamo Sonia
y no hay en mis manos ni crimen ni castigo”.

Pero ninguno de estos recuerdos
sirve esta noche,
ella está allí, quitándose siempre
su ropa dorada, justamente para llevarnos al olvido
y su cuerpo es un mapa perfecto,
un territorio para abrazar,
arrojar monedas,
atrasar relojes.

De pronto ya no sé qué sucede.
No hay ruido de pulseras en la habitación de al lado
y la música que sale de la radio,
la música que despierta a los vecinos,
me afecta el sentido del gusto, la clarividencia.

Un hombre, otro hombre,
abraza a Bárbara.
Bárbara tristeza la del hombre
que la abraza y no apaga así
sus lágrimas de carne.
Pero el llanto es de los dos
y valen nuestras monedas.

 

 

***

 

 

Desvelos

 

Debería estirar la mano y retirar el ojo.
Hablar del cansancio.
Dejar la estación de trenes.
Alzar el velo y llorar.

No reír en el centro del llanto
si tirada en el mar se dejara
en cualquier orilla.

Pintarse la cara con tiza.
Abrir la sombrilla de terciopelo.
Desteñir el vestido.
Desplumar las almohadas: no mirarlas
caer infatigables
desde el vidrio.

 

 

***

 

 

Mas lejos

 

¿Nos bastarán los ojos? ¿Sí?,
¿para decir: hacia dónde (dónde)
va la historia?
Una ventana, sí, un ojo, sí,
para mi pura protesta o tu demanda:
querer más
y el espacio ampliado del libro
la fruta en las bocas.

¿Recordás?, diremos: juntas
hemos visto -y eso es seguro-,
moverse las piernas
de las paralíticas
del malecón.
Milagro de una revolución, dije.
País donde hasta el mudo ( )
mientras me acusan: chiste
histórico, dije.
Y hablaba de otra grandeza.

(Sin embargo, el agua está quieta
y mis muertos miran tu pregunta preferida)

Hacia la piedad mis ojos,
allí donde injusticias
ya no abundaran,
ellos, pobrecitos, daltónicos,
no dejan de avisar.

 

 

***

 

 

Entonces

 

Soltamos las hebillas (del cabello),
de a una
nos soltamos y llega,
ultraleve, desde distintos lugares,
una música que cada vez que se despliega,
abarca el punto de partida.

(El miedo cambiado por otra obsesión.)

-Pájaros en la cabeza- habremos de oír,
habremos de reír, aún después de los Campos,
aún después del Matadero.
En la casa de citas.

(¿Cuántos años hacen falta
para hacer romántico un crimen?)

Un vestido rojo vuela por el aire.

Bárbaras somos
en este anonimato del murmullo.

Porque nos reconocemos, bailamos.
Entonces se olvida el frío.

 

 

Susana Szwarc nasceu em Quitilipi (provincia del Chaco), Argentina. Dedica-se tanto à poesia quanto à prosa e, dentre outros livros, publicou: “El artista del sueño y otros cuentos”; “En lo separado”; “Trenzas”;  “Bailen las estepas”; “Bárbara dice”; “El azar cruje”; “Una felicidad liviana”. Poemas e contos seus têm sido traduzidos em idiomas como o francês, inglês, alemão, catalão, romeno e mandarim.

 

 

 

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